Nuestra fundadora, Amy, sabe lo que es no sentirse reconocida, no ser vista y no sentirse valorada en la comunidad educativa. Hace 20 años, Amy era una maestra al borde del agotamiento. Ella sabía que había nacido para enseñar, educar y cuidar a los estudiantes en su salón de clases. Sin embargo, entre las pruebas de distrito, las pruebas estatales y la enseñanza en una escuela con una financiación lamentablemente insuficiente, estaba a punto de quedarse sin trabajo. Sus estudiantes iban a la escuela la mayoría de los días y estaban cansados, hambrientos y, a menudo, lidiando con eventos traumáticos de su vida familiar. Ella derramaba su corazón día tras día... ¿Estaba haciendo una diferencia? ¿Realmente estaba haciendo algún bien? Estas eran las preguntas que comenzaron a hacerse cada vez más fuertes en su mente. Entonces, un día, fue a su buzón de maestra en la escuela y había un paquete de chicles allí. Una nota adjunta decía: "Gracias por tu compromiso". Miró a su alrededor y se preguntó si era para ella. ¿Alguien realmente la había VISTO? ¿Se había VALORADO su arduo trabajo? Mientras miraba el paquete de chicles en su mano, comenzó a sonreír y, si esta narradora es honesta, comenzó a llorar. No trabajaba en las escuelas para que le agradecieran, lo hacía porque era lo que era. Pero, a veces, era agradable saber que la cuidaban. Curiosamente, no le gusta el chicle, pero hasta el día de hoy tiene esa pequeña nota escondida para recordarle que la veían y la valoraban.

Cuando comenzaron a formarse ideas sobre los proyectos que Artos crearía, reconocer a los maestros y al personal cada mes era lo más importante. Sigue siendo una parte fundamental de Artos decir Gracias. Artos VE lo duro que trabajan los maestros y el personal. Artos VALORA el trabajo duro y SE PREOCUPA.